A la hora de hablar de la fotografía, muchos de nosotros ni nos acordamos por que empezamos.
Casualidad, recomendación, un padre con una cámara... Sea como sea, para la gran mayoría se ha convertido en parte de su vida.
Quizá sea esa capacidad de plasmar un instante. Convertirse en el amo del tiempo y en el dueño de los colores, la fotografía se inventó para inmortalizar instantes y eso es lo que realmente nos atrae a todos nosotros.
La belleza de la fotografía se basa en esos instantes inmortalizados, la capacidad de recordar cosas olvidadas es lo que la convierte en lo que es.
Por si fuera poco, cada fotografía tiene una historia propia y única. Eso es lo que diferencia una fotografía buena de otra mala. Siempre he pensado que lo mas importante, lo que realmente dice el valor de una fotografía no es si esta enfocada a la perfección, si tiene un tono de luces perfecto o si el color es el idóneo.
No, una fotografía buena transmite una historia, te hace recordar un sentimiento, te recuerda una parte de tu vida, a la persona a la que quieres, el viaje de tu vida, al familiar que no ves etc.
En la actualidad, y mas aun con el auge de la fotografía digital la facilidad para hacer fotos es mucho mayor, cosa que es estupenda ya que cualquier persona puede plasmar como ve el mundo.
Como no quería escribir nada largo, si no simplemente una reflexión cortita, dejo aquí una pequeña frase del fotógrafo Brassaï, seudónimo de Gyula Halász.
Siempre he mantenido el valor de la perfección formal: la estructura o composición de una fotografía es tan importante como su tema. Esta no es una exigencia estética, como podría suponerse, sino una exigencia práctica. Solo las imágenes poderosamente concebidas tienen la capacidad de penetrar en la memoria, de quedarse allí; en una palabra de convertirse en inolvidables.